Educación clásica: la única educación posible

La educación progresista niega los principios fundamentales de la naturaleza humana y del mundo. Es una contradicción evidente ya que, vendIendo la imagen de una educación emancipadora, encarcela al ser humano en una concepción muy particular, política e ideológica de la emancipación. Educar a un niño de acuerdo con la concepción de que no necesita cambiar o mejorar en alguna dimensión de su naturaleza e inteligencia, que cualquier forma de pensamiento es válida, que no hay diferentes grados de excelencia, es limitarlo de una manera atroz a un grado muy primitivo de la inteligencia humana. Un joven  educado así tendrá dificultades para apreciar un clásico de la literatura, una gran sinfonía o cualquier obra de arte. Y esto no será solo porque carece de conocimientos técnicos, sino porque su capacitación se verá socavada en esa dimensión fundamental del espíritu humano, que es precisamente el objetivo y la cumbre de la educación clásica: la contemplación de lo bueno, lo bello y lo verdadero como instancias efectivas de la realidad y del hombre.
La educación clásica, conformada por las Siete Artes Liberales, por otro lado, se basa en principios generales de la naturaleza humana, independientemente de las categorías de género y raza. Se basa en el hecho de que existen verdades universales que pueden ser aprehendidas por la razón humana y que la verdadera liberación consiste en hacer posibles estas verdades para el hombre. La educación clásica, en un sentido amplio, le otorga al hombre su humanidad: la plena adquisición del lenguaje, sus elementos básicos (vocabulario, reglas y otros mecanismos), el desarrollo lógico de la comprensión (reglas de silogismos e identificación de falacias); la capacidad de expresión retórica a nivel literario y oral; la traducción de la realidad a través de los números, así como las percepciones relacionadas con el espacio y el tiempo; la armonía de los sonidos y la simetría de las figuras; y la investigación del cosmos que, además del conocimiento técnico de la astronomía, produce en el hombre su disposición más profunda: la contemplación de las cosas elevadas, la percepción de su pequeñez y humildad frente al infinito. 
La educación clásica tiene a Dios como principio y fin. Por un lado, parte de la existencia de Dios como fundamento para la educación del hombre; por otro, tiene la contemplación de las Verdades Divinas como el objetivo final de esta educación .


Higor Paiva