“Si las elites nacionales se resisten a asumir su liderazgo, la población irá tras ellas”

Sesión con Alessandra (36, São Paulo), Rafaela (39, Fortaleza), Thiago (26, São Paulo), Isabela (24, Belo Horizonte), Alan (41, Taipei-tw) y Laert (51, Río de Janeiro). 

ALESSANDRA: Hay una tentación en marcha con el excarcelamiento de Lula: la idea de que la amenaza del padrino izquierdista polariza a la población en torno al presidente Bolsonaro. Ok. Puede ser. Eso hicieron en Argentina durante casi cuatro años y miren lo que ocurrió. Aclaremos. Puede a uno no quedarle otro remedio que esto de los bandidos andando por ahí y sembrando pánico en la gente de bien, pero no como hizo Macri. En lugar de potenciar la polarización que generaban estos sujetos andando por ahí a sus anchas después de sembrar el odio y de saquear los dineros públicos usando la máquina del Estado, con un ataque en toda la línea al Foro de São Paulo, ilegalizando a las organizaciones afiliadas, el argentino les dejó correr y hasta les financió la base electoral alimentando las redes providentes del Estado. Macri acabó confundiendo todavía más a los argentinos de bien, lo hizo en economía y lo hizo, sobre todo, en cultura porque a la vez que aplicó el programa diversitario en las escuelas con la ideología de género y el lenguaje inclusivo, permitió al abortismo legitimarse a nivel nacional. La argamasa que había unido el triunfo electoral de 2015 simplemente se derritió con esta serie de claudicaciones, o traiciones, vaya uno a saber. Eso puede costarle a la Argentina agudizar décadas de extravío. Como sea, si no aprendemos de los hermanos, terminaremos como ellos, con un retorno recargado de la izquierda. 

LAERT: Yo no veo peligro mayor en Brasil. Ya hay partido bolsonarista. Además, los éxitos económicos de Bolsonaro y Guedes están ahí. Ahí están los datos, no los voy a enumerar ahora. Solamente esto: 334 días sin robar el erario público. Por mi parte, estoy feliz con los líderes que la providencia nos dio, varios de los cuales son duros, gente fuerte. Al menos si comparamos con Macri, Piñera … ¡Por Dios! 

THIAGO: Muy bien. Se fue formando un gobierno de antifrágiles junto a Bolsonaro, Damares Alves, Roberto Alvim, Sara Winter… personas que forjaron coraje con las tribulaciones de la vida. Dicho lo cual, demos el próximo paso. Propongo salir de las trampas del día a día. Hablo de que intentemos ver por arriba de la Globo, del fakegate, las reformas, el STF, los ñoños, la 2da instancia y de Lula. Todo eso importa, claro. Pero me temo que no se entiende bien. Lo que sucede en la región me ayudará a explicarlo. Yo voy a delimitar tres etapas que se extienden como dimensiones en este primer año de gobierno y que no son planos paralelos --esto de “etapas” es analítico-- en realidad las tres se interpenetran, solo que ganaron destaque sucesivamente durante 2019. Aclaro que dos de estas dimensiones llamaron la atención del país y hasta comprometieron no pocos compatriotas principalmente en las redes y varias veces en las manifestaciones de calle. La otra infelizmente no parece asimilada ni siquiera en los círculos de discusión. Veamos. La primera etapa es más bien económica, signada por una serie de reformas menores, atadas a una reforma mayor que fue la Previsional. La segunda etapa, podríamos llamarla de gobernabilidad, caracterizada por una puja inter e intra poderes, el STF (Corte Suprema, NdeR) y el Parlamento alternando el centro de la escena. Ahora estamos en una tercera etapa que, sin duda, al menos para mí, destaca los estallidos de violencia en la región. Esta etapa es vista como ajena a lo que nos pasa en Brasil. Apenas alguna referencia ideológica o a la seguridad. Pero al pueblo parece importarle un pimiento, tan lejos como estamos los brasileños de las fronteras hasta cierto punto perdidos en nuestro propio continente de casi nueve millones de kilómetros cuadrados. No sería tan alarmante esta especie de aislacionismo si los influencers autodenominados conservadores no estuvieran igual de absorbidos por los dos caudales domésticos, el económico y el gubernamental. Es que yo veo el mayor peligro para Brasil en esta otra tercera etapa. Todos los factores presentes en Ecuador, Bolivia y Chile los tenemos aquí. Me parece que los dos primeros caudales convergen en el tercero, en un escenario parecido al de los vecinos. Tenemos, señores, las amenazas internas y externas que sufre la nación reunidas para arrancar 2020. Antes debo decir que, cuando me refiero a los casos externos, no me refiero solamente a los estallidos e insurrecciones que obviamente conocemos por su espectacularidad. Nunca debemos olvidar a nuestro vecino del norte, Venezuela, cuya crisis parece reabsorbida por la tiranía gracias a la “oposición” que ella misma favorece en medio de una lumpenización generalizada, y tampoco a los hermanos argentinos, con un gobierno centrista que le abrió las puertas al regreso populista del peronismo ahora recargado de castrismo. Lo que digo es que el proliferante y polivalente movimiento conservador brasileño debiera estar discutiendo este tema de la región. Hay mucho que aprender, ¡y es una oportunidad inmejorable!, porque nos permite ahorrar años de estudio de historia de las revoluciones, por ejemplo, ya que seguirlas en vivo y casi en todos los matices posibles es un raro privilegio. Dicho esto, lo primero a debatir debiera ser la cuestión de los tratados internacionales como fuente del derecho nacional. Porque el caso chileno nos muestra a un gobierno paralizado por (y hasta cierto punto, atándose a sí mismo de manos y pies con) los protocolos internacionales de derechos humanos. ¿Cómo estamos con esto en Brasil? ¿Cuál es el estado de subordinación del ordenamiento jurídico nacional a las entidades supranacionales, una articulación tejida en décadas por el régimen tucano-petista para blindarse respecto de la impugnación militar? Y lo que es más importante: el imaginario popular, por así decirlo, ¿está preparado para respaldar una dura represión de la fuerza pública en la hipótesis insurreccional, haciendo caso omiso de la oposición política en pleno, del Congreso, el STF? ¿Será refractario el pueblo a la masiva y articulada campaña mediática local e internacional antigubernamental que sobrevendría? ¿Cómo va a reaccionar el pueblo cuando los Medios globales efectúen la operación de victimizarlo, invocando su nombre como principal blanco de la represión gubernamental? El pueblo pierde sus ojos, el pueblo se queda sin piel, el pueblo es masacrado… 

ISABELA: En Brasil es muy fácil montar una ola de violencia como la del metro que encendió la pradera en Santiago. La izquierda cuenta con una cantidad de sellos estudiantiles para convocar a una especie de “evade” Río o São, como sucedió el 10 de octubre en Chile. Y ni siquiera necesitas un grupo comunista ultra al viejo estilo para hacer estallar las estaciones. Para ello hay disponible el Comando Vermelho, al PCC. Hicieron mucho más que eso en 2006 cuando paralizaron la mayor ciudad de Sudamérica. Entre estos verdaderos portales del delito y la izquierda hay múltiples vasos comunicantes establecidos hace décadas. Doy por descontado que el plan está en carpeta. Pero, ¿Y el gobierno? ¿Tiene algo en carpeta el gobierno, en particular, respecto del uso de la fuerza con todos esos protocolos globalistas y veedores de derechos humanos maniatando a los gobiernos no izquierdistas por toda la región? Porque es como dices tú: hay que aprender de Chile. Los probables éxitos económicos de Bolsonaro, y todos esos conservadores liberales y progresistas concienciados de fe en los mercados. de poco y nada van a servir. La cosa va a estallar. Es un destino. Solo es cuestión de tiempo. Por eso hay que decirlo con el filósofo de Virginia: sin cerrar los partidos miembros del foro de São Paulo, cuya existencia es ilegal e inconstitucional, la vida de la democracia brasileña es absolutamente inviable. Aceptar que las políticas de gobierno tengan que ser aprobadas en el Congreso por organizaciones criminales es literalmente someter al país al imperio del crimen. En estas condiciones, la "lucha contra la corrupción" nunca pasará de una farsa, tan criminal como la corrupción misma. 

ALESSANDRA: Yo creo que hay dos caminos. Uno es, como dicen ustedes, el uso de la fuerza pública. Y aquí van a disculparme, pero yo intuyo que los militares van a someter al gobierno a los protocolos gringos de derechos humanos mientras que la ciudadanía, como en Chile, va a quedar a merced de los saqueadores de las calle, y los del parlamento y el STF que, desde Brasilia, van a secuestrar al Ejecutivo cuando haya una crisis del tipo regional. Porque, amigos, a decirlo blanco sobre negro: no se vislumbra ninguna reforma soberanista de la ley sobre el uso de la fuerza pública frente a la violencia de masa. El paquete anti-crimen de Moro ni siquiera consideró algo por el estilo. Así las cosas, y suponiendo que estamos igual de subordinados a los protocolos globalistas de derechos humanos que los demás países de la región, ¿Bolsonaro está dispuesto a ir al impeachment o, peor, a prisión, si usa la violencia legítima del Estado a despecho de Human Rights Watch y tutti quanti, más todavía en caso de una hipotética derrota en las calles frente a la insurrección? Lo dudo, y lo digo después de haber visto demasiado cuidadoso al presidente en estos casi 12 meses en asuntos como la crisis venezolana de febrero–marzo y, en particular, con los derechos políticos de los partidos afiliados al Foro de São Paulo. ¡El PT, el PSOL debieran ya estar proscriptos! 

ALAN: Queda el recurso a la autodefensa ciudadana. La legislación sobre las armas que parecía en primer lugar de la agenda es otra cosa en la que el gobierno como que se fue quedando. Es más. Hay que difundir lo que hoy podríamos llamar “teoría de la resistencia civil contra el socialismo” que fue tejiéndose desde la caída del bloque soviético y que, hablando de la región, incluye a las guarimbas venezolanas, por ejemplo. Quiero decir, no hay que esperar a que el gobierno defienda a los habitantes de la nación frente al montaje internacional de una revolución social tropical, toda vez que las muestras regionales nos dicen que, como mínimo, los gobiernos no izquierdistas quedan narcotizados frente a un movimiento de masas asistido por grupos armados tomándose las calles y el sistema mediático que los victimiza, ¿quiénes sino los habitantes mismos han de defenderse? Ahora, a no ilusionarse, que eso no brota espontáneamente. Hay que prepararlo, señores. Los paleoconservadores americanos cuentan en su haber el debate sobre la “sociedad abierta” de los años sesentas. Habría que reeditarlo en Brasil. 

ALESSANDRA: A ver. Chile, ¿no? Porque se nota que es el caso de mayor preocupación. ¿Qué pasa ahí? Ustedes, por un lado, se inclinan –con los Medios conservadores-- por atribuir el estallido al terrorismo y, por el otro, a la débil respuesta del gobierno. De acuerdo. Pero, además yo quiero llamar la atención sobre los chilenos de bien y sus líderes, haciendo hincapié sobre las pautas culturales de comportamiento social de esta gente, y me pregunto: ¿cómo es que se quedaron en sus casas dejando que la cosa corra? ¡No se autoconvocan para realizar siquiera una sola contra-marcha! Este es el quid. ¿Es que el consenso cosmopolita narcotizó a estos chilenos con aquello de la fe en los mercados, quiero decir, eso de que la autoevidente economía todo lo resuelve? Me parece que Alan da en la tecla. ¡Hay que discutir lo de la sociedad abierta popperiana en Brasil! No es volver a la filosofía política de los 50as, no. ¿Debo recordar que el mismísimo programa de George Soros, cuya fundación se llama Open Society, es aquello contra lo que Brasil está luchando? Porque es evidente que tanto la elite chilena como los chilenos de bien prefirieron la ideología liberal de la “sociedad abierta” que frente a los insurrectos tiene por toda respuesta invitarlos a mesas y más mesas de consenso, mientras el sujeto incendia medio país. 

THIAGO: Ok. En el fondo, el giro de produjo hace tiempo. En 1966. El politólogo Jeffrey Hart señaló que en el siglo XX el "estilo" bélico había cambiado drásticamente. Se había acabado la época de los conflictos tradicionales entre las naciones-Estado y había llegado la época de “la guerra civil globalizada”, la guerra ideológica transnacional, Occidente había entrado en una guerra civil interna. No es nuevo lo que estamos viendo en la región. Pero es que en los 60as no quisimos verlo y las elites descansaron en la milicada. Las miopes dictaduras militares fueron prueba de ello. ¡Seguimos sin querer verlo! Si no, miren. Acabo de volver de Argentina y allá tienen una expresión que les sirve de narcótico para no ver el carácter de este abismo de visiones, lo que el estadounidense Allen Guttmann llamaba “una herida en el corazón”. Los argentinos le llaman “la grieta”. Los hermanos adjetivizan el sustantivo. Acá ustedes ponen de manifiesto que no podemos desconocer lo que les pasa a los vecinos... 

ALAN: ¿Cómo desconocerlo? ¡Si cada país nos enseña algo en particular! Venezuela nos enseña cómo se forma un Estado lumpen, cómo un régimen tiránico asimila a la oposición. Argentina nos muestra cómo un gobierno traiciona a sus electores dejando correr el programa de su adversario. Chile algo parecido a Argentina, pero en el contexto de una insurrección de masa dirigida por la izquierda. Bolivia la eficacia de la resistencia civil. Colombia bueno…vean a Wagner Moura en Netflix. Y todos ellos atravesados por el mismo factor identificado por Hart: la guerra civil interna de Occidente entre la izquierda y la derecha. Tenemos gratis un seminario intensivo de pocos meses ¡y en vivo! 

RAFAELA: Bueno, bueno. Lo que ustedes dicen es en efecto así. Pero la administración Trump y los NatCons estadounidenses no lo ven de ese modo, mis amigos. Ellos volvieron al escepticismo de Charles Beard, Harry Elmer Barnes, Charles Tansill, George Morgestern y William Hanry Chamberlin respecto a las participaciones norteamericanas en el exterior … repelen el intervencionismo global liberal. esa pasión demócrata y republicana tipo Bush de entrometerse. Por eso, la discusión que necesitamos en Brasil combina los casos de la región con la experiencia estadounidense que incluye al liberalismo maquiavélico de Popper, John Stuart Mill y a sus rivales, el tradicionalista Wilmoore Kendall, pero también Jeffrey Hart. ¡Y la generación del profesor Patrick Deneen! A propósito, quiero referirme a la escuela venezolana de tu seminario intensivo (risas). Algo que la crisis venezolana de principios de año nos enseña es cómo se dio esto del neoaislacionismo trumpiano ahí. No quiero confundir el horizonte que tenían los paleocons, con el que ve nacer al nacionalismo conservador. ¡El “retiro” en la cuestión venezolana no es igual a la entrega aliada de Polonia a fines de la Segunda Guerra! Lo voy a decir parafraseando al profesor de Notre Dame: cuando el presidente Trump vio que las elites venezolanas no asumían su liderazgo para derrocar a la tiranía, simplemente reculó. Y esa reversa se llevó puesto a John Bolton. ¿Enseñanza? Una que vale para toda la región: si las elites nacionales se resisten a asumir su liderazgo en la guerra civil interna que sufre Occidente, la población irá tras ellas. Agrego: y los EUA de Trump van a mirarlo por TV. 

ALESSANDRA: Hablando de enseñanzas. Colombia va en los extremos. Está lo del narco-munismo. Pero también Dios puso allí sus fichas. Lo de Marino Restrepo nos debe hacer estudiar las apariciones en Cimbres, Pernambuco, en la primera mitad del siglo XX respecto del armamento espiritual. 

ALAN: ¡Epa! Tenemos los factores internos y externos… ¡y encima los metahistóricos! (risas). ¡Muy bien! Arrastramos desde el siglo XX, por lo menos, una crisis de la que el comunismo es tanto un catalizador como un síntoma. En el fondo, hay una crisis de fe. Porque el comunismo es una religión. La religión del “seréis como dioses”. Al fin parece decir: nos hemos liberado de Dios. Así las cosas, la mentada guerra civil global es una guerra entre dos fes irreconciliables. No sé bien cómo habrá de ordenarse tamaño frente de batalla. Pero lo cierto es que alguna visibilidad sí disponemos en nuestro frente interno. Todo el mundo puede ver la actitud ambivalente del gobierno hacia las disputas y el despotismo. No se llega a reconocer que la democracia y el totalitarismo son irreconciliables. ¡La Constitución y el Foro de São Paulo son irreconciliables! La gran mayoría de los políticos y funcionarios de los tres poderes están dispuestos a dejar en paz al comunismo, incluso cuando tenemos frente a nuestros ojos a Venezuela, a Bolivia, a Chile… ¿hasta cuándo? ¡Esta fue la cuestión de la llamada “sociedad abierta” en los 60as y también ahora! ¡Es el temor a la histeria comunista! 

LAERT: ¿No ven ustedes un amateurismo en todo esto? Por lo visto, no se puede destruir a un enemigo ideológico si uno no está preparado ideológicamente. ¿No es el liberalismo de la sociedad abierta el mayor aliado que tienen los comunistas? Parece que nuestros líderes están de acuerdo con la sociedad abierta… 

RAFAELA: Si te enfocas en las redes por una semana al menos, verás que hay desde hace tiempo ya como una cruzada idealista. Hay amateurismo, sí. La gente sabe que hay amateurismo y hace lo que puede. Pero no damos abasto. Para la gente los progresistas, los liberales, no son otra clase de revolucionarios –progres y comunistas. Es más, para la gente los progresistas ¡no son revolucionarios! El atraso que llevamos es monumental. 

ALAN: En los 50as y 60as del siglo pasado la cuestión era. ¿contención o liberación? Se referían a los países comunistas. Ahora no estamos lejos de eso. Solo que se globalizó, aquello de la guerra civil interna de Occidente. Ok. Algunos llegan a afirmar que no hay que hablar de la izquierda para no hacerles propaganda. Para mí eso es la política de la contención. ¿Se entiende? Hacer como que no existen. No señores. Hoy, como entonces, hay que trascender la contención liberal, hay que buscar la liberación. El Foro de São Paulo es la mayor amenaza para hispanoamérica. Hay que enfrentarlo. Estamos divididos en esto. Hay los que prefieren la política de contención. Lo vimos en el plano regional con el Grupo de Lima. Lo vemos en el plano local con los partidos afiliados al Foro, que actúan como si las instituciones de la República fuesen suyas con la resignación de nuestros líderes. ¡Por eso es clave abrir el debate a nivel nacional! Coexistencia pacífica, ¿sí o no? ¿Es Brasil un lugar para los partidos comunistas, para el PSOL, para el PT? De fondo, hay una cuestión filosófica, metafísica: ¿qué clase de comunidad somos? Desde el punto de vista progresista liberal –secularista, relativista—no deben ponerse límites. ¿Pero es que no tenemos valores nucleares en Brasil? ¡Los tenemos! Compartirlos es lo que da cohesividad a la nación. Por eso sobrevivimos repudiando el robo más descarado de la historia humana. Pero también sobrevivimos porque defendimos a la nación por medio de sanciones legales. Ahora toca usar la restricción legal con las organizaciones del Foro de São Paulo. Los comunistas se colocan fuera de los límites de la protección pública.

ISABELA: Visto así, la 3era guerra mundial es híbrida y hay muchos más muertos que en las dos del siglo XX. Solamente en 2018 fueron abortados casi 42 millones de bebés en el mundo. ¿Contención o liberación me dices? Está más que claro para mí: con el comunismo conciliar es capitular. Ellos no entienden otra cosa. Muy bien, pero ¿eres consciente de que ni siquiera Trump lo ve así ahora? Es el conjunto de intereses que responde a la tradición aislacionista del interland americano. Los americanos a lo más están con lo de las armas tipo EPM.  Qué se yo, por ahí los polacos te entienden Alan, o Hungría. ¿En serio le pides esto al Brasil de la pizza y la cerveza? 

THIAGO: Ese Brasil es el de la política de las vacilaciones, Isa. Neutralidad y compromiso es lo que manda en ese Brasil. Pero hay otro Brasil, el que despertó en 2013, el que plantó la pregunta: ¿tenemos que conformarnos con seguir a la defensiva? Lo de Alan está muy claro. La ideología de la apertura es una invitación al suicidio. Este es el problema de los problemas: lo que hay son sociedades totalitarias y semicerradas. La sociedad abierta y permisiva es una sociedad vacía, sin valores, sin absolutos, sin consensos reales; sin una voluntad de supervivencia que es necesario defender ante aquellos que ponen en peligro el núcleo de valores más caros a la sociedad, una civilización degenera en la anarquía moral y en una eventual tiranía. Ahora vuelvo yo al inicio. Porque la cuestión en Brasil es: ¿puede Bolsonaro? Venimos de unas décadas de anarquía moral --el mecanismo no se explica de otro modo. ¿Es cosa de un líder solamente representar la sensatez natural del pueblo brasileño, por más carisma que tenga la figura? En lo personal, y hablando del profesor Deneen, yo creo que estamos en un enfrentamiento agonístico entre elites y pueblo en Brasil. Eso es lo que distingue a la revolución democrática brasileña. La región ahora mismo nos emplaza, ¿llegaremos a un punto de estancamiento que obligará a las clases a neutralizarse, obligando a las elites a asumir el liderazgo?