Los libros de la revolución canarinha
Antes del surgimiento de las universidades, la máxima de las escuelas catedralicias del siglo XI era capacitar a los estudiantes en "letras y costumbres", es decir, perfeccionar no solo el conocimiento teórico, sino también la postura, los modales y la elocuencia. Muchos fueron los jóvenes que entraron a esas escuelas para levantarse de allí como grandes obispos, consejeros reales, santos y bendecidos. A menudo se referían a estas escuelas como "una segunda Atenas", "una segunda Roma"; los maestros eran llamados "nuestro Platón", "nuestro Sócrates", "un segundo Cicerón". En su libro, Jaeger explora este intrigante capítulo en la historia de la educación e inaugura una nueva visión de la vida intelectual y social de los siglos XI y XII en Europa.