Por la alianza liberal-conservadora

La izquierda se asusta cada vez que resurge el debate sobre la posibilidad de clasificar el nazismo como movimiento de izquierda. Da la impresión de que hay un peligroso secreto de familia, cuidadosamente guardado. Yo opiné que el nazismo es de izquierda, e inmediatamente la izquierda (junto con el mainstream dominado por ella) llegó corriendo con sus extintores de incendio, o mejor, sus extintores de verdad, tratando de apagar esa idea. 

Pero los extintores de verdad ya se están secos y los inhibidores de pensamiento ya no funcionan. 

Libres de esa inhibición, podemos fácilmente notar que el nazismo tenía rasgos fundamentales que recomiendan clasificarlo a la izquierda del espectro político. El nazismo era anticapitalista, anti-religioso, colectivista, contrario a la libertad individual, promovía la censura y el control del pensamiento por la propaganda y el lavado de cerebro, era contrario a las estructuras tradicionales de la sociedad. Todo esto lo caracteriza como un movimiento de izquierda. 

Por lo tanto, el nazismo era anti-liberal y anti-conservador. La izquierda también es anti-liberal y anti-conservadora. La derecha fue en algunos casos anti-liberal (en el siglo XIX en Europa, por ejemplo), en otros casos anti-conservadora (o al menos no conservadora, indiferente a los valores conservadores, como en el caso del neoliberalismo reciente), pero nunca fue anti-liberal y anti-conservadora al mismo tiempo. En tal sentido, el nazismo se siente mucho más cómodo en el campo de la izquierda que en el de la derecha. 

De manera esquemática, podemos decir que el nazismo constituyó una amalgama izquierdista-conservadora, donde la ideología revolucionaria capturó y utilizó para sus fines uno de los importantes elementos del campo conservador, el nacionalismo. No podemos olvidar que el resultado final del conflicto mundial desencadenado por el nazismo fue excelente para la izquierda: un mundo en gran parte dominado por el comunismo y una escisión completa entre derecha liberal y derecha conservadora, con esta última humillada y demonizada. El nazismo, tanto en su ascenso y en su derrocamiento, prácticamente desató las potencias liberales de Europa Occidental y sus imperios, abriendo camino hacia el totalitarismo comandado por la URSS (aliada de primera hora de la Alemania Nazi) y su expansión mundial, que puso en cheque y casi derrotó a la única potencia no comunista restante, Estados Unidos. Es imposible saber si todo fue planeado, posiblemente no, pero el impulso y la forma general de ese gigantesco movimiento -el nazismo como punta de lanza del movimiento revolucionario comunista- parece bastante visible, tal como apuntaba Hayek. 

El comunismo sólo pudo ser derrotado cuando surgió una poderosa amalgama liberal-conservadora en la figura de Ronald Reagan. Esta combinación, sin embargo, fue efímera y, después del fin de la URSS, comenzó a dar lugar a la amalgama izquierdista-liberal, el globalismo, donde la ideología revolucionaria, por medio del marxismo cultural, secuestró la globalización económica y comenzó a conducirla. Romper la amalgama izquierdista-liberal y sustituirlo por una nueva amalgama liberal-conservadora es quizás la gran tarea de nuestro tiempo, al menos la tarea de los amantes de la libertad y de los defensores de la dignidad y de la profundidad humana. 

¿Pero es posible una derecha que sea al mismo tiempo liberal y conservadora? Lo que está surgiendo en Brasil y en otros países con otros formatos pero el mismo espíritu, como en Polonia, Hungría y los Estados Unidos de Trump, es justamente eso, la amalgama liberal-conservadora, donde el anhelo de una economía abierta y la defensa de las libertades individuales se suman a la promoción de los valores del patriotismo, de la fe y de la familia. 

La izquierda brasileña y mundial entra en pánico ante esa amalgama y por eso lo ataca tan visceralmente, pues lo reconoce como su gran adversario: mientras luche sólo contra el liberalismo o sólo contra el conservadurismo, la izquierda siempre llevará ventaja, y por lo tanto es eso lo que ella quiere. La alianza liberal-conservadora produce un acero firme, capaz de enfrentar a la izquierda incluso con el dominio que ésta creó sobre los medios y la academia. 

La fuerza de esta asociación proviene, quizás, del hecho de que corresponde a la esencia del ser humano, que quiere al mismo tiempo libertad y seguridad, prosperidad y orgullo de sí mismo, paz y aventura, alegría y trascendencia. 

Esta derecha liberal-conservadora nada tiene de "extrema". Es extrema sólo en el sentido de que se opone a la izquierda a lo largo de todo el espectro del pensamiento político, desde la defensa de las virtudes de la economía de mercado y del espíritu emprendedor hasta la defensa de la vida a partir de la concepción y de una visión espiritualizada del ser humano. En Brasil, hoy, todo lo que la izquierda quiere es estrangular, aún en la cuna, la alianza liberal-conservadora. La izquierda instiga la división y sueña con ver a los liberales destruir a los conservadores, en nombre de la gobernabilidad o de la moderación, para entonces poder derrotar a los liberales con la facilidad habitual. Este sueño de la izquierda es la pesadilla de Brasil. No podemos volver a la pesadilla, después de haber abierto los ojos, hace tan poco tiempo, a la realidad de la esperanza. 

(*) "It is more than probable that the real meaning of the German revolution is that the long dreaded expansion of communism into the heart of Europe has taken place but is not recognized because the fundamental similarity of methods and ideas is hidden by the difference in phraseology and the privileged groups." F.A. Hayek, citado em artigo de Paul Jossey  Disponible en https://medium.com/@PaulHJossey/the-nazis-were-leftists-deal-with-it-b7f12cc53b6f 

Ernesto Araújo, Canciller de Brasil.