Los libros
Usted se habrá preguntado cómo es posible que tantas personas, aparentemente racionales, amen y aplaudan a los gobiernos más perversos y genocidas del mundo y se nieguen a ver la libertad y el respeto que ellas mismas disfrutan en las democracias occidentales, al mismo tiempo que continúan creyendo, contra todas las evidencias, que son moral e intelectualmente superiores a los que no siguen su ejemplo.
Todavía hoy esas personas, en Brasil, son dominantes en el gobierno, en el Parlamento, en las cátedras universitarias, en el show business y en los medios. La presencia de ellos en esos altos puestos garantiza a este país setenta mil homicidios por año, el crecimiento récord del consumo de drogas, el aumento de la corrupción hasta la escala del indescriptible, cincuenta por ciento de analfabetos funcionales entre los graduados de las universidades y, anualmente, últimos puestos para los alumnos de nuestros cursos secundarios en todas las pruebas internacionales, por debajo de los estudiantes de Uganda, Paraguay y Sierra Leona. Sin contar, por supuesto, indicios menos cuantificables, pero no por ello menos visibles, del deterioro de todas las relaciones humanas, rebajadas al nivel del oportunismo cínico y de la obscenidad, cuando no de la animalidad pura y simple. Esto hace que la pregunta sea aún más crucial y urgente. La respuesta, sin embargo, viene de lejos.
Poneros en griego, significa "el mal”. El mal porque el rasgo dominante en el carácter de los nuevos dirigentes, que daban el modelo de conducta hacia el resto de la sociedad, era inequívocamente la psicopatía. El psicópata no es un psicótico, un enfermo metal. Sólo le falta una cosa: los sentimientos morales, especialmente la culpa. No es que él desconozca esos sentimientos Los conoce perfectamente pero los vivencia de una manera puramente intelectual, como informaciones a ser usadas, sin participación personal e íntima. Cuanto mayor es la frialdad moral, mayor es su habilidad para manipular las emociones de los demás, usándolas para sus propios fines, que, en esas condiciones, sólo pueden ser malignos y criminales. Justamente porque no sienten compasión ni culpa, los psicópatas saben despertarlas en los demás como quien toca un piano y produce el acorde que le conviene.
No es necesario ningún estudio especial para saber que, invariablemente, el discurso comunista, pro-comunista o izquierdista es cien por ciento basado en la explotación de la compasión y la culpa. Eso es de la experiencia común.
Pero lo que el Dr. Lobaczewski y sus colaboradores descubrieron fue mucho más allá de ese punto. Ellos descubrieron, en primer lugar, que sólo una clase de psicópatas tienen la agresividad mental suficiente para imponerse a toda una sociedad por esos medios. Segundo: descubrieron que cuando los psicópatas dominan, la insensibilidad moral se extiende por toda la sociedad, royendo el tejido de las relaciones humanas y haciendo de la vida un infierno. Tercero: descubrieron que eso sucede no porque la psicopatía sea contagiosa, sino porque aquellas mentes menos activas que, medio a las tontas, se van adaptando a las nuevas reglas y valores, se vuelven presas de una sintomatología claramente histérica, o histeriforme. El histérico no dice lo que siente, sino que pasa a sentir lo que ha dicho - y, en la medida en que lo que dijo es la copia de fórmulas listas dispersas en la atmósfera como gases omnipresentes, cualquier empeño de llamarlo de vuelta a sus percepciones reales sacude de tal modo su seguridad psicológica prestada, que acaba siendo recibida como una amenaza, una agresión, un insulto.
Es así que un grupo relativamente pequeño de líderes psicopáticos destruye el alma de una nación (...)
Poneros en griego, significa "el mal”. El mal porque el rasgo dominante en el carácter de los nuevos dirigentes, que daban el modelo de conducta hacia el resto de la sociedad, era inequívocamente la psicopatía. El psicópata no es un psicótico, un enfermo metal. Sólo le falta una cosa: los sentimientos morales, especialmente la culpa. No es que él desconozca esos sentimientos Los conoce perfectamente pero los vivencia de una manera puramente intelectual, como informaciones a ser usadas, sin participación personal e íntima. Cuanto mayor es la frialdad moral, mayor es su habilidad para manipular las emociones de los demás, usándolas para sus propios fines, que, en esas condiciones, sólo pueden ser malignos y criminales. Justamente porque no sienten compasión ni culpa, los psicópatas saben despertarlas en los demás como quien toca un piano y produce el acorde que le conviene.
No es necesario ningún estudio especial para saber que, invariablemente, el discurso comunista, pro-comunista o izquierdista es cien por ciento basado en la explotación de la compasión y la culpa. Eso es de la experiencia común.
Pero lo que el Dr. Lobaczewski y sus colaboradores descubrieron fue mucho más allá de ese punto. Ellos descubrieron, en primer lugar, que sólo una clase de psicópatas tienen la agresividad mental suficiente para imponerse a toda una sociedad por esos medios. Segundo: descubrieron que cuando los psicópatas dominan, la insensibilidad moral se extiende por toda la sociedad, royendo el tejido de las relaciones humanas y haciendo de la vida un infierno. Tercero: descubrieron que eso sucede no porque la psicopatía sea contagiosa, sino porque aquellas mentes menos activas que, medio a las tontas, se van adaptando a las nuevas reglas y valores, se vuelven presas de una sintomatología claramente histérica, o histeriforme. El histérico no dice lo que siente, sino que pasa a sentir lo que ha dicho - y, en la medida en que lo que dijo es la copia de fórmulas listas dispersas en la atmósfera como gases omnipresentes, cualquier empeño de llamarlo de vuelta a sus percepciones reales sacude de tal modo su seguridad psicológica prestada, que acaba siendo recibida como una amenaza, una agresión, un insulto.
Es así que un grupo relativamente pequeño de líderes psicopáticos destruye el alma de una nación (...)
Olavo de Carvalho, 2014
...
En PONEROLOGIA: PSICOPATAS NO PODER - O ESTUDO DO MAL
NA POLÍTICA Andrzej M. Lobaczewski, examina la
naturaleza del mal - tradicionalmente considerado como asunto teológico ya que la ponerología es la rama de la teología que lidia con el mal- a
la luz del conocimiento médico-científico moderno sobre enfermedades y
psicopatías. Esta fantástica obra se publicó en 1984, y 30 años después llega a Brasil gracias a Vide Editorial.
Andrzej M. Lobaczewski nació en Polonia en 1921, y estudió psicología en la Universidad Jagiellonian en Cracovia. Trabajando en hospitales generales y psiquiátricos, el autor desarrolló sus habilidades en diagnóstico clínico y en psicoterapia. Sistematizó toda la investigación de un grupo de científicos del Este Europeo -del que formó parte- que se dedicaba al estudio de desórdenes de personalidad en líderes políticos de regímenes totalitarios. Todos sus pares fueron arrestados o exterminados, quedando a él recuperar y presentar al mundo las conclusiones alcanzadas en esa valiente investigación. En 1977, cuando las autoridades sospechar que tenía mucho conocimiento sobre la naturaleza patológica del sistema, fue obligado a emigrar. La obra fue escrita en Nueva York en 1984, pero todos los intentos de publicación en aquella ocasión no tuvieron éxito. El autor regresó a Polonia en 1990 y falleció en noviembre de 2007, a los 86 años de edad.
Andrzej M. Lobaczewski nació en Polonia en 1921, y estudió psicología en la Universidad Jagiellonian en Cracovia. Trabajando en hospitales generales y psiquiátricos, el autor desarrolló sus habilidades en diagnóstico clínico y en psicoterapia. Sistematizó toda la investigación de un grupo de científicos del Este Europeo -del que formó parte- que se dedicaba al estudio de desórdenes de personalidad en líderes políticos de regímenes totalitarios. Todos sus pares fueron arrestados o exterminados, quedando a él recuperar y presentar al mundo las conclusiones alcanzadas en esa valiente investigación. En 1977, cuando las autoridades sospechar que tenía mucho conocimiento sobre la naturaleza patológica del sistema, fue obligado a emigrar. La obra fue escrita en Nueva York en 1984, pero todos los intentos de publicación en aquella ocasión no tuvieron éxito. El autor regresó a Polonia en 1990 y falleció en noviembre de 2007, a los 86 años de edad.