Arar con los bueyes que hay
Mientras
se hacen sentir en Brasil las primeras escaramuzas del poder establecido contra el gobierno, después de una campaña
electoral que cabalgó una revolución contestándole y plantándole bandera en todos los frentes (causa material del triunfo Bolsonaro), el presidente asiste al Forum Económico de Davos
(“Globalización 4.0”) recibido como estrella con el discurso de apertura.
Las
operaciones y el intenso debate en el arco de alianzas que traza el nuevo
gobierno se sintetizan por estas horas en la paradoja o, mejor, aporía que plantea Arthur
Koestler en sus libros: para vencer debemos ser como ellos, si somos como
nosotros perdemos --Bolsonaro podría haber pegado el faltazo, al fin y
al cabo a Davos no fueron esta vez ni los mayores líderes, sumidos en sus asuntos internos.
Los inversores globales no están con el mejor de los ánimos frente al surgimiento de la onda soberanista mundial y la crisis de la OMC. El
globalismo busca que Bolsonaro se limite a la apertura librecambista, solventar el desastre
fiscal y disciplinar la corrupción disolvente (causa instrumental del triunfo electoral),
mientras se allana ante los paradigmas culturales para una nueva doctrina moral
de Estado –secularismo, aborto, educación
de género, desarmamento civil, suicidio asistido, etc. El gobierno argentino,
por ejemplo, fracasó por completo en la cuestión económica pero avanzó
notablemente –se verá en unos meses el costo electoral sufrido—en el programa
globalista, siguiendo a pie y juntillas las pautas culturales multilaterales seguidas
por los últimos gobiernos, lo que no fue menor a la hora de contar con el “salvataje”
del FMI.
Con
esta presentación ante la elite del globalismo en Davos, se vislumbra un primer panorama
de la disputa en curso del poder real en Brasil. Lejos de patear el
tablero o de, en el opuesto extremo, resignarse ante las primeras presiones, el gobierno Bolsonaro parece asumir de lleno una encrucijada --algunos analistas hablan de tendencias internas "programática" y "pragmática"--: jugar con las
posibilidades que el poder establecido delimitó, a la vez que buscar una
cohesión política fundada en los principios motores de la campaña, la defensa
de la reserva judeocristiana de sentido y el cuidado por la cultura local
(causa formal del triunfo electoral).