2019. 2 de enero. Discurso del Canciller Ernesto Araújo asumiendo el MRE.
(…) Me gustaría empezar con una frase que es
absolutamente fundamental para entender lo que está pasando en Brasil. Voy a
decirla de una manera diferente de lo que están acostumbrados a escuchar:
Gnosesthe ten aletheian
kai he aletheia eleutherosei humas.
“Conoceréis la verdad y la verdad os libertará”
Esta convicción íntima y profunda animó al presidente Jair Bolsonaro en la lucha extraordinaria que trabó y está trabando para reconquistar Brasil y devolver Brasil a los brasileños. En este versículo de San Juan hay tres conceptos cruciales para el pensamiento humano, para la vida humana y para nuestro momento histórico. Nosotros tenemos ahí Gnosis, que es el conocimiento, Aletheia, la verdad, y Eleuthería, la libertad.
Aletheia. La traducción más literal de esa palabra
griega sería "desvelamiento", o, mejor aún, "des-olvido”. Lethe
es olvido. Lethe es el río del olvido que, en la tradición griega, los muertos
cruzaban para ir al otro lado. Entonces Aletheia es cruzar el río de regreso. Aletheia es la superación del olvido. Algo que está olvidado y escondido
y que de repente se recupera.
Aletheia implica una experiencia auténtica,
individual, sentimental, de tal manera que nuestro concepto actual de
"verdad" es muy pobre ante este concepto original. Nuestro concepto
de verdad normalmente se refiere sólo a la verdad factual, es un concepto un
poco técnico y frío, cuando debería ser algo orgánico y vivido.
La Aletheia nos hace des-olvidar y reconectarnos
con nosotros mismos, y en ese redescubrimiento y reconexión con nosotros mismos
es que la verdad libera. ¿Dónde pues estaba preso aquél que se ve liberado por
la verdad? Estaba atrapado fuera de sí mismo. Estaba buscando ser lo que no es.
Brasil estaba preso fuera de sí mismo. Y yo arriesgaría decir que la política
exterior brasileña estaba presa fuera de Brasil.
Eleuthería, eleutherosei humas. Eleuthería es otra
palabra genial creada por los griegos. Yo no conozco ninguna otra lengua
antigua, no conozco tantas, en fin, no conozco wichita, no conozco sánscrito, en fin, no conozco ninguna otra lengua antigua que posea ese concepto, excepto el
latín libertas, pero que ya es una traducción tardía del griego.
Entonces, aun así, en la Grecia antigua, eleuthería
significaba básicamente la libertad civil, era un término jurídico. Sólo con la
literatura cristiana, y, especialmente con ese pasaje de San Juan, la eleuthería
se convirtió en algo más completo, más profundo y más elevado.
Es un concepto que se ha desgastado también a lo
largo de los siglos, la palabra libertad se ha desgastado a lo largo de los
siglos, pero preserva una fuerza increíble. La palabra libertad sigue siendo
una palabra que enciende el corazón de las personas. La persona puede estar
allí, desanimada, en su rincón, pero cuando escucha la palabra "libertad",
no hay quien no levante la cabeza, súbitamente alerta, y pregunte: ¿libertad?
¿Dónde? ¡Yo quiero!
El presidente Bolsonaro está liberando a Brasil,
por medio de la verdad. También vamos a liberar la política exterior brasileña,
vamos a liberar a Itamaraty, como el presidente Bolsonaro prometió que
haríamos en su discurso de victoria.
Bien, hablamos de la verdad y de la libertad, pero
aún no hablamos del conocimiento, de la gnosis. La verdad libera, pero para
llegar a la verdad hay que conocerla. Y no se trata aquí de un conocimiento
racional, pues la verdad no puede ser enseñada, la verdad en ese sentido
profundo no puede ser enseñada por deducción analítica. Gnosis es el
conocimiento en el sentido de una experiencia más íntima. La verdad es esencial,
pero no puede ser enseñada ni aprendida. Pero si es así, ¿cómo vamos a conocer
la verdad, que es la clave de todo esto?
Para explicar esto yo quería apelar a un brasileño
ilustre, Renato Russo, cuando dice: "es sólo el amor, es sólo el amor
que conoce lo que es verdad".
No son la cautela o la prudencia las que conocen lo
que es la verdad, sino el amor. La cautela, la prudencia y el pragmatismo son
buenos instrumentos, cuando sabemos a dónde queremos ir, pero ellos no nos
enseñan a dónde ir, no nos muestran lo que somos, no nos explican a nosotros
mismos.
Es sólo el amor lo que explica Brasil. El amor, el
amor y el coraje del amor transcurren, condujeron a nuestros ancestros a formar
esta nación inmensa y compleja. Nosotros pasamos años en la escuela, casi todos
nosotros, creo, escuchando que fue la codicia o el anhelo de riqueza, o peor
aún, el azar, que formó Brasil, pero no lo fue. Fueron el amor, el coraje y la
fe los que trajeron hasta aquí, a través del océano, a través de los bosques,
personas que nos fundaron, personas que dijeron cosas como ésta que voy a leer
ahora:
Anuê Jaci, etinisemba-ê/ Indê irú manunhê/ Yara rekô embobeuká
tupirã/ Rekôku ya subí/ Embobeuká tupirabê/ Nge membyrá Tupã
Eso es el Ave María en tupí, en la versión original
del Padre José de Anchieta, donde traduce María por Jaci, la luna, Anuê
Jaci, y Jesús por Tupã, el trueno.
Y aquí necesitamos la Aletheia. El des-olvido.
Necesitamos liberar nuestra memoria histórica de la que esta modesta oración
forma parte.
Para liberar a Itamaraty a través de la verdad,
necesitamos recuperar el papel de Itamaraty como guardián de la continuidad de
la memoria brasileña.
Yo recuerdo la emoción que sentí por primera vez
cuando era Tercer Secretario, y subí las escaleras hasta este tercer piso, y
vi, enseguida al subir la escalera, el cuadro de la Coronación de Don Pedro 1º
y el cuadro del Grito del Ipiranga .
Inmediatamente, yo, que tenía 22 años, me acordé de
cuando tenía 5 años y asistimos maravillosamente en el cine a la película
"Independencia o Muerte", con Tarcísio Meira y Gloria Menezes. Y
pensé: entonces todo eso existe, ¿verdad? Todo eso existe ... y todo eso es
aquí.
Yo recuerdo ese momento muy marcadamente y me
di cuenta: mira, esto aquí no es simplemente una dependencia pública, esto aquí
es una especie de santuario. Es una especie de túnel del tiempo, donde los
héroes están vivos, los héroes famosos y los héroes anónimos, donde vivimos con
los descubridores, con Alejandro de Gusmão, José de Anchieta, con D. João VI,
con los emperadores y las princesas, con los bandeirantes y los abolicionistas,
con los serengueiros y garimpeiros y troperos que construyeron esta nación, e
incluso con el extraño caso de un Barón monárquico que se convirtió en el gran
ídolo de la República.
No sé si algunos de ustedes ya vieron probablemente
una serie española llamada Ministerio del Tiempo. La recomiendo. Yo diría que
Itamaraty, en cierto sentido, no es solamente un Ministerio de Relaciones
Exteriores, es también un Ministerio del Tiempo. Como quizás ninguna otra
institución en Brasil, tenemos la responsabilidad de proteger y regar ese
tronco histórico multisecular por donde corre la savia de la nacionalidad.
El presidente Bolsonaro dijo que estamos viviendo
el momento de una nueva Independencia. Es lo que los brasileños sentimos
profundamente. Y deberíamos sentirlo y vivirlo aún más aquí en Itamaraty, donde
la historia está tan presente. Deberíamos dejar fluir por estos salones y
corredores la emoción de este nuevo nacimiento de la patria.
Necesitamos des-olvidar y recordar quiénes somos, quienes estamos volviendo a ser.
Dice el lema del Barón: Ubique Patriae Memor.
Normalmente se traduce como "en todas partes, recordar la patria."
Aquí, ustedes perdonarán a un profesor de latín frustrado, que nunca fui, antes
de querer ser diplomático, para decir que está equivocada esa traducción. Memor
es una primera persona. Entonces, en realidad es: "en todas partes, yo
recuerdo la patria." Es un compromiso de vida personal que cada uno de
nosotros asume, y no una simple anotación en la agenda. Donde sea, yo recuerdo
la patria.
Y "yo recuerdo la patria" aquí no significa simplemente que, cuando estamos en el exterior, debemos pensar en Brasil. Significa, si pensamos en el concepto de Aletheia: siento esa verdad profunda que es la patria, siento lo que es tener una patria y recordar la patria, por lo tanto, como una verdad central, esa verdad que libera y que sólo se puede conocer por amor.
Recordar la patria. No es recordar el orden liberal
internacional, no es recordar el orden global, no es recordar lo que dice el
último artículo de Foreign Affairs o la última materia del New York Times. Es
recordar la patria como una realidad esencial.
No estamos aquí para trabajar en el orden global.
Aquí es Brasil.
No tengan miedo de ser Brasil.
No tengan miedo.
Piensen, por ejemplo, en Don Sebastián. En la
preparación de su expedición a África, un noble de la corte portuguesa preguntó
si Sebastian tenía miedo. Don Sebastián miró y preguntó: ¿De qué
color es el miedo?
¿Alguien objetará que Don Sebastián murió poco
después en el arenal del Alcácer Quibir, que es verdad, pero estamos hablando
aquí de él, ¿no? Sabemos quién es. Don Sebastián se convirtió en un mito, el
que ha de volver de las olas del mar, en un día de mucha niebla. No nos
acordamos de las personas que se quedaron en casa, de aquellos que no fueron al
Alcácer Quibir. La Aletheia que libera está con los que fueron, con los que
siguieron la bandera de sus reyes y de sus santos, sin saber si iban a volver,
sin importar si iban a regresar.
El mito enseña a no tener miedo, y es curioso que
el mito es el mito y en el momento actual mito es el apodo cariñoso que el
pueblo brasileño dio al presidente Bolsonaro.
Marcel Proust decía que nuestros sentimientos se
atrofian por miedo, por miedo a sufrir. Y creo que nuestra política exterior se
ha atrofiado por el miedo a ser criticada. Entonces no tengan miedo de sufrir y
no tengan miedo de ser criticados.
Por su parte, Clarice Lispector decía, hablando de
Brasil y del nacionalismo: "Nuestra evidente tendencia nacionalista no
proviene de ninguna voluntad de aislamiento: ella es movimiento sobre todo de
autoconocimiento." Autoconocimiento, la verdad. Aletheia, la verdad que
libera.
Entonces, para no tener miedo, vamos a leer menos
Foreign Affairs, y más Clarice Lispector o Cecilia Meireles.
Y en el caso de que no se conozcan.
Vamos a escuchar menos la CNN y más Raul Seixas.
¿Por qué Raul Seixas? "No nos quedamos en el
trono de un apartamento", o de una embajada, "con la boca abierta
llana de dientes esperando la muerte llegar".
Vamos a hacer algo por nuestras vidas y por nuestro
país. Sumergimos en el océano de sentimiento y en la esperanza de nuestro
pueblo. No sumergimos en esa piscina sin agua que es el orden global.
Itamaraty existe para Brasil, no existe para el
orden global.
Iamaraty existe para Brasil, no existe para sí
mismo. ¿Somos una casa de excelencia? Somos, claro que sí. Pero para serlo
necesitamos mostrarlo, y no quedarnos simplemente repitiéndolo unos a otros.
Nosotros vamos a cuidar de nuestra administración, de la dinámica de carrera,
vamos a solucionar este y muchos otros problemas, si Dios quiere, que
legítimamente afligen a la institución, para que el Ministerio pueda mejor
capacitarse para su tarea mayor.
Quería decir que no necesitamos y no vamos a abrir los cuadros de Itamaraty para personas de fuera de la carrera, además de los casos que ya existen. El presidente Bolsonaro confía plenamente en la capacidad de esta casa y de esta carrera de implementar su política. Simplemente estamos tomando la medida de flexibilizar la ocupación de cargos en Itamaraty por funcionarios de carrera en determinados niveles jerárquicos justamente para airear el flujo de la carrera e incluso estimular a nuestros colegas a ocupar esos cargos.
Nosotros tenemos tradiciones, claro, pero
necesitamos emplearlas como estímulo para buscar la verdad y la libertad, como
servicio a la patria, como servicio a todos los brasileños, tanto los más
humildes, como los más afortunados de nuestro pueblo, ese pueblo al que una
ideología perversa ya no lo divide más.
Tenemos tradiciones, pero, como decía el Embajador
Azeredo da Silveira, en la frase famosa, "la mayor tradición de Itamaraty
es saber renovarse".
Cuando entré en Itamaraty, se repetía esa frase a
diestra y siniestra. Usted no podía
cruzar un corredor sin oír esa frase de la tradición de Itamaraty sabiendo
renovarse; pero hace unos años, hace mucho tiempo, yo personalmente ya no
escucho esa frase. No sé bien por qué. Tal vez sea por un poco de ese
ensimismamiento, de un cierto conformismo que se creó.
Nosotros nos apegamos mucho a nuestra propia
autoimagen y la hicimos una especie de ídolo, y nos quedamos mirando un poco en
el espejo, que somos lo máximo, que los gobiernos no nos entienden, pero que
Itamaraty está por encima de los gobiernos. Nos hicimos diplomáticos que hacen
cosas que sólo son importantes para otros diplomáticos. Esto debe terminar.
Dejemos de mirarnos en el espejo y pasemos a mirar por la ventana. O mejor aún,
vamos a salir a la calle, al Brasil verdadero.
No tengamos miedo del pueblo brasileño. Somos parte
del pueblo brasileño.
Una vez, aún en el Instituto Rio Branco, oí de un antiguo
diplomático lo siguiente: que Itamaraty no puede ser mejor que Brasil. En esa
época, lo tomé como una señal de un gran pesimismo. Era un momento difícil en
la historia de Brasil y yo creía que estaba diciendo, mira, Brasil está mal, e
Itamaraty está igual. Pero hoy creo que finalmente comprendo lo que quería
decir.
Itamaraty no puede creer que es mejor que Brasil. Itamaraty
no puede creer que no forma parte de Brasil. Nosotros formamos parte, volvemos
a formar parte de una aventura magnífica.
A partir de hoy, Itamaraty regresa al seno de la
patria amada.
Itamaraty volvió, porque Brasil volvió.
Fernando Pessoa afirmaba lo siguiente: "El
poeta superior dice lo que siente, el poeta medio dice lo que decide sentir. El
poeta inferior dice lo que cree que debe sentir.”
Lo mismo puede decirse del diplomático. Y lo mismo
se aplica al país en su presencia internacional.
Por mucho tiempo Brasil decía lo que creía que
debía decir. Era un país que hablaba para agradar a los administradores del
orden global. Queríamos ser un buen alumno en la escuela del globalismo, y
creíamos que eso era todo. Éramos un país inferior, aplicando la clasificación
de Fernando Pessoa.
Pero Brasil vuelve a decir lo que siente, y a
sentir lo que es.
Ustedes pueden decir que eso es
"quijotesco", tal vez, y la gente nos llama a veces, o me llaman
tantas cosas mucho peores, que entonces "quijotesco", sólo para decir
que tal vez ya estaría bien, "quijotesco" ya sería entonces un buen
adjetivo. Pero eso me recuerda algo que escuché del profesor Olavo de Carvalho,
un hombre que, después del presidente Jair Bolsonaro, tal vez sea el gran
responsable de la inmensa transformación que Brasil está viviendo.
Una vez oí al profesor Olavo al referirse a un trecho
del Don Quijote de Cervantes, que es quizás el punto central de esa obra. Es
cuando Don Quijote está caído al borde del camino, en algún lugar de La Mancha,
en una especie de delirio, y comienza a conversar con los caminantes como si
fueran el Marqués de eso, el Conde de aquello, o algún héroe de caballería,
mientras habla de sus propias hazañas.
Allí por las tantas, él se refiere a un
campesino que está pasando como "Marqués de Mantua". Y el campesino
para y lo mira y le dice: "Pere ahí, sé quién es usted, yo no soy marqués
de Mantua, yo soy su vecino, Pedro Alfonso, y usted no es Don Quijote, usted es
un buen hombre, que conozco desde hace muchos años, usted es Alonso Quijano”. Y
Don Quijote para un segundo, piensa, y responde: "Yo sé quién soy."
Algunas personas dirán que Brasil no es todo lo que
el presidente Bolsonaro cree y que yo también creo, dirán que Brasil no tiene
capacidad de influir en los destinos del mundo, de defender los valores más
grandes de la humanidad, que sólo debemos exportar productos y atraer inversiones,
pues al final somos un buen país, reservado y pacífico, pero no tenemos poder
para nada. Dirán que Brasil es sólo Alonso Quijano. Pero Brasil responderá: Yo
sé quién soy.
Sé quién soy.
Somos un país universalista, es cierto, y a partir
de ese universalismo queremos construir algo bueno y productivo con cada socio.
Pero universalismo no significa no tener opiniones. Universalismo no significa
una mermelada general. No significa querer agradar a todos. La vocación de
Brasil no es ser un país que simplemente existe para agradar. Queremos ser
escuchados, pero queremos ser escuchados no por repetir algunos dogmas
insignificantes y algunas frases asépticas, queremos ser escuchados por tener
algo que decir.
Nosotros buscaremos las alianzas y las alianzas que
nos permitan llegar a donde queremos, no pediremos permiso al orden global, sea
lo que sea. Defenderemos la libertad y la vida. Defenderemos el derecho de cada
pueblo de ser lo que es, con libertad y dignidad, con la dignidad que
únicamente la libertad proporciona.
Quien ama, lucha por lo que ama. Entonces admiramos
a quien lucha, admiramos a aquellos que luchan por su patria y aquellos que se
aman como pueblo, por eso admiramos por ejemplo a Israel, que nunca dejó de ser
una nación, aun cuando no tenía suelo - en contraste con algunas naciones de
hoy, que incluso teniendo su suelo, sus iglesias y sus castillos ya no quieren
ser nación.
Por eso admiramos a los Estados Unidos de América,
aquellos que izan su bandera y veneran a sus héroes. Admiramos a los países
latinoamericanos que se liberaron de los regímenes del Foro de São Paulo.
Admiramos a nuestros hermanos del otro lado del Atlántico que están
construyendo un África pujante y libre. Admiramos a los que luchan contra la
tiranía en Venezuela y en otros lugares. Por eso admiramos a la nueva Italia,
por eso admiramos a Hungría y a Polonia, admiramos a aquellos que se afirman y
no a los que se niegan.
El problema del mundo no es la xenofobia, sino la oikofobia --de oikos, oikía, el hogar. Oikofobia es odiar el propio hogar, el propio pueblo, repudiar el propio pasado. Es más fácil no amar, no luchar, porque amar y luchar también significan sufrir, significan a menudo no ser comprendido, significan suscitar el odio, el desprecio, la envidia --entonces muchas naciones, así como muchas personas optan por el confort y la facilidad de no amar y no luchar. Nosotros aquí no optamos ni por la comodidad, ni por la facilidad. Además de la oikofobia, el odio contra el propio hogar, debería preocuparnos, también, cada vez más, la teofobia, el odio contra Dios. Hay una teofobia horrenda, vociferante, en nuestra cultura. No sólo en Brasil, en todo el mundo. Un odio contra Dios, proveniente, vaya a saber de dónde, canalizado por todos los códigos de pensamiento y de no pensamiento que constituyen la agenda global.
Para destruir a la humanidad hay que acabar con
las naciones y alejar al hombre de Dios, y eso es lo que están intentando, y contra eso reaccionamos. El globalismo se constituye en el odio, a través de
sus varias ramificaciones ideológicas y sus instrumentos contrarios a la
nación, contrarios a la naturaleza humana, y contrarios al propio nacimiento
humano. Nación, naturaleza y nacimiento, todos provienen de la misma raíz
etimológica y eso se da porque poseen entre sí una conexión profunda. Aquellos
que dicen que no hay hombres y mujeres son los mismos que predican que los
países no tienen derecho a guardar sus fronteras, son los mismos que propalan
que un feto humano es un montón de células desechables, son los mismos que
dicen que la especie humana es una enfermedad y que debería desaparecer para
salvar el planeta. Por eso la lucha por la nación es la misma lucha por la
familia y la misma lucha por la vida, la misma lucha por la humanidad en su
dignidad infinita de criatura.
Cuando era niño, oía, y adolescente también, oía a
mucha gente diciendo: "El mundo camina inexorablemente hacia el
socialismo". Pero no caminó. No caminó porque alguien fue allí y no lo dejó.
Hoy escuchamos que la marcha del globalismo es
irreversible.
Pero no es irreversible.
Vamos a luchar para revertir el globalismo y
empujarlo de vuelta a su punto de partida.
Queremos llevar a todas partes el grito sagrado de
la libertad, eleuthería. Este fue el primer grito de guerra de Occidente en su
nacimiento, en la batalla de Salamina, Eleutheroûte Patrida. Libera la patria.
Entonces tenemos aquí al Barón diciendo "yo
recuerdo la patria", yo traigo la patria de dentro de su escondite, yo
vivo la patria en la verdad. Y tenemos a Esquilo gritando por la libertad,
libere la patria, Eleuthería. Pero Aletheia y Eleuthería sólo son posibles por
el conocimiento de la patria, que se da por el amor.
Uno
de los instrumentos del globalismo, para sofocar a los que se sublevan, es difundir
que, para comerciar y hacer negocios, no se pueden tener ideas ni defender
valores. Probaremos que esto es completamente falso. Itamaraty tendrá, a partir
de ahora, el perfil más elevado y más comprometido que jamás tuvo en la
promoción del agronegocio, del comercio, de las inversiones y de la tecnología.
De
hecho, al distanciarse de Brasil y del pueblo brasileño, Itamaraty se había
distanciado también del sector productivo nacional. Pues ahora estaremos junto
con el sector productivo nacional, como nunca estuvimos. No vamos más sólo
"acompañar los temas", como se dice en la jerga antigua, la jerga de
aquel Itamaraty cerrado al pueblo.
Itamaraty no será más un Ministerio que sólo se
queda mirando. Vamos a trabajar sin descanso para promover el comercio
agrícola, la industria, el turismo, la innovación, la capacitación tecnológica,
las inversiones en infraestructura y energía, avanzando hombro a hombro con los
otros ministerios - gracias a ese extraordinario equipo ministerial que el
presidente Bolsonaro creó con un espíritu de armonía y un sentido de misión sin
precedentes.
Cuando digo extraordinaria me exceptúo, porque no
quiero hablar de mí mismo. Estoy hablando de los otros 21 ministros.
Formularemos con cada socio internacional un
programa de trabajo específico, para desarrollar el potencial de cada relación,
de manera creativa y dinámica. Para ello contaremos, entre otros, con este
instrumento extraordinario que es la Apex, una Apex renovada, redinamizada e
integrada al conjunto de nuestra estrategia de política exterior.
Contaremos también con un sector de Promoción
Comercial dentro de Itamaraty que multiplicaremos por cuatro, vamos a
desburocratizar los sectores de promoción comercial en las Embajadas en el
Exterior, transformándolos en verdaderas oficinas comerciales capaces de
generar negocios y ocupar nuevos mercados para nuestros productores.
Implementaremos una política de negociaciones
comerciales para los días de hoy. Estuvimos negociando acuerdos comerciales,
algunos más exitosamente, otros menos, pero en muchos casos en el modelo de los
años 1990. En algunos casos también estamos negociando esos acuerdos desde los
años 1990, y hasta ahora, en algunos casos, van involucionando con el paso del
tiempo.
Nosotros negociamos esos instrumentos en abstracto, y no lo
que deberíamos hacer, que son entendimientos efectivos dirigidos a nuestras
potencialidades concretas. Hemos negociado muchas veces desde una posición de
debilidad, como si estuviéramos implorando el acceso a los mercados, cuando en
realidad deberíamos negociar desde una posición de fuerza, como uno de los
mayores y potencialmente el mayor productor de alimentos del mundo, por ejemplo.
Nosotros orientaremos todas las relaciones bilaterales y
multilaterales a generar resultados concretos para el empleo, la renta y la
seguridad de los brasileños. Al mismo tiempo que las relaciones bilaterales,
invertiremos un renovado esfuerzo también en las negociaciones multilaterales,
especialmente en la OMC, que está construyendo una nueva y prometedora agenda
de la que hoy Brasil está fuera, pero en la que entrará con todo su peso y toda
su creatividad. En el sistema multilateral político, especialmente en la ONU,
vamos a reorientar la actuación de Brasil en favor de lo que es importante para
los brasileños --no de lo que es importante para las ONG. Defenderemos la soberanía.
Defender la libertad --la libertad de expresión, la libertad de creencia, la
libertad en Internet, la libertad política. Defenderemos los derechos básicos
de la humanidad, el principal de los cuales tal vez sea, si me permiten usar el
título de una novela de los años 1960, El Derecho de Nacer.
Abriremos Itamaraty a la sociedad, seremos la casa
de todos los brasileños. Mucho se escucha que el brasileño no se interesa por
política exterior. En realidad, el brasileño no se interesaba por política
exterior cuando creía que a política exterior era simplemente un ejercicio de
estilo, infinitas variaciones para no decir nada en un discurso de la ONU.
Desde la elección del presidente Bolsonaro, el
brasileño está profundamente interesado e involucrado en política exterior,
incluso porque el presidente da una atención enorme a esa área, pues la
considera algo profundamente integrado en la vida nacional, y no una cierta
disciplina arcana a la que sólo tendrían acceso algunos expertos.
El brasileño siente que en el frente externo se da
una de las principales, sino la principal batalla por sus ideales y valores más
profundos. El brasileño entiende que del frente externo depende en gran medida
la supervivencia y el éxito del proyecto de redescubrimiento y liberación, esta
aventura de aletheia y eleuthería que estamos viviendo con amor y con coraje.
Hablar con la sociedad no es simplemente hablar, es
principalmente oír. Voy a dar un ejemplo de lo que tenemos que oír. Es el
comentario de una persona que sigue mi cuenta de Twitter, que dice lo siguiente
... leí esto ayer: "Antes yo no entendía el amor del pueblo de Inglaterra
por la reina, ahora entiendo, cuando tenemos a alguien que ama a su país y su
pueblo y los defiende, gana amor y respeto. No lo conocíamos antes de
Bolsonaro.”
Eso es lo que me propongo aquí. Hacer de Itamaraty
un instrumento de amor por nuestro país y por nuestro pueblo.
Estoy seguro de que podemos hacer del Brasil al
mismo tiempo más competitivo y más auténtico, al mismo tiempo más económico y
comercialmente dinámico y más verdadero, más respetado internacionalmente y más
fiel a sí mismo.
No dejen que globalismo mate a sus almas en nombre
de la competitividad. No crean lo que el globalismo dice cuando dice que para
tener eficiencia económica es preciso sofocar el corazón de la patria y no amar
a la patria. No escuchen el globalismo cuando dice que la paz significa no
luchar.
Los señores me preguntarán: ¿y cómo lo haremos?
Con la palabra.
Creemos en el poder infinito de la palabra, que es
el logos creador.
El presidente Jair Bolsonaro está aquí, ha llegado
hasta aquí, y nosotros con él, porque dice lo que siente. Porque dice la
verdad. Y eso es el logos.
Yo voy a terminar hablando del principio y citando
nuevamente a San Juan, la apertura del Evangelio de San Juan, cuando dice
"en arché ên ho logos". En el principio era el logos. La palabra. El
verbo. Archê, la última palabra en griego que voy a decir aquí hoy, significa
principio, tanto en el sentido de inicio, como en el sentido, principalmente,
de fuerza estructurante, principio estructurante. La realidad, al menos la
realidad humana, está estructurada en torno al lenguaje, la palabra, el verbo,
por lo tanto del logos.
Todo lo que tenemos, todo lo que necesitamos, es la
palabra. Ella está aprisionada, pero con amor y con coraje hemos de liberarla.
Que Dios bendiga a todos ustedes, a los que creen y
a los que no creen, a los que están con nosotros y a los que aún no están con
nosotros. Que Dios bendiga al presidente Jair Bolsonaro y que Dios bendiga a
Brasil.
¡Anuê Jaci!
Muchas gracias